Ponemos pausa a la rutina

*Por Sebastián Bonino

Los cambios en el espacio que habitamos en estos últimos tres meses hace repensar la vida cotidiana que llevamos, de repente el espacio donde almorzamos o cenamos se convierte en tu lugar de rutina laboral, de esparcimiento, un nuevo espacio reestructurado donde compartís el mismo lugar para todas las actividades diarias. Se modifica la forma de comunicarse y a la vez desaparecen los espacios sociales; aparecen espacios solitarios o nuevos espacios  delimitados por una pandemia jamás pensada en nuestra vida. Esto genera daños colaterales, físicos  o psicológicos y va a ser difícil recuperarse…

La movilidad es otro punto para pensar en esta cuarentena, no hablo sólo de la distancia que recorremos para hacer actividades diarias fuera de nuestro hogar o trasladarse de un lugar a otro, sino también de la movilidad en términos de espacio, cómo cambió ese espacio compartido y cómo se generó uno nuevo o se reestructuró aquel en donde constantemente vas construyendo y reconstruyendo diferentes relación sociales. Ese espacio social rutinario (donde compartís experiencias o simplemente te reunís a tomar mate o comer un asado o hacer actividad física) de repente quedó quieto.

El impacto que genera al no trasladarse y no participar presenta nuevas barreras de acceso a estos espacios, que a lo mejor hasta el momento no las distinguimos o fueron invisibles en el territorio. Barreras visibles como las tecnológicas, las comunicacionales, la infraestructura urbana, el transporte o las económicas son fáciles de detectar, pero ¿las barreras invisibles? ,¿Aparecieron, o ya estaban? , ¿Se acrecentaron o simplemente nunca las tuvimos en cuenta?. Estas barreras como las psicológicas, sociales, simbólicas y culturales hacen repensar el espacio donde vivimos. Por ejemplo un centro de jubilados, un espacio simbólico de participación y encuentro de personas mayores, de un momento a otro pasa a ser sólo un inmueble en desuso; todos los talleres a los que asisten estas personas mayores que muchas veces es el único lugar donde establecen una comunicación y se sienten útil, quedan obsoletos y las personas mayores se encierran en su casa por pertenecer al grupo de riesgo del Covid-19, sin tecnología para comunicarse. A largo plazo genera en ellas y ellos daños colaterales como la depresión, problemas psicológicos y de no movilidad. Esto va ser un punto importante para trabajar después de esta pandemia y solucionar estas nuevas barreras invisibles al acceso a lugares de participación que antes no las teníamos en cuenta.

Es importante remarcar que las medidas tomadas por los diferentes niveles gubernamentales en nuestro país evitaron que sea una catástrofe el número de muertes. El Banco Mundial estima que la economía argentina registrará una caída del 5,2%, la CEPAL del 6,5 % y la calificadora de riesgo Moody’s del 6%. Del mismo modo los resultados económicos de la pandemia han mostrado ser igualmente desfavorables en lugares que han implementado diversos niveles de restricciones de movimiento como respuesta a la propagación del virus.

Dentro de la movilidad, existe una herramienta que es el sistema de transporte público de pasajeros, interurbano en nuestra región. Al observar el sistema de transporte, salta a la luz el déficit que presenta el servicio ante la pandemia: más de 60 días que no transita un colectivo interurbano en el Valle de Paravachasca. Esto, no es sólo una cuestión de subsidios más o subsidios menos, sino el problema recae en la forma en que viajamos y nos trasladamos hacinados la mayoría de las veces por no tener un servicio aceptable para los usuarios. Hoy, el servicio no puede salir porque el distanciamiento social dentro de un colectivo con estas frecuencias es imposible.

Un nuevo reparto justo y equitativo sería lo ideal para solucionar el tema de subsidios,  si es posible que la tarjeta SUBE sea implementada en Córdoba, logrando tener una sola tarjeta para todos los recorridos urbanos e interurbanos, y de paso subsidiar la demanda y no la oferta de los servicios. Algo simple y justo, un reparto de subsidios a cada empresa. Pero esto no sería lo único por solucionar, lo ideal sería reunir a los actores gremiales, empresariales, los usuarios y el gobierno para revisar y optimizar el sistema y el servicio que brindan los interurbanos y reparar este déficit.

El paro de transporte es también una decisión política, porque este escenario tiene efectos significativos en la movilidad de las personas, logrando reducir el contagio y la propagación del virus. Conjuntamente, la crisis económica en el mundo, y el desempleo resultante, traerá aparejada una disminución no forzada en la movilidad de las personas.

“Un relevamiento llevado a cabo por el BID (disponible en su sitio web), señala que el tráfico de vehículos, peatones y del transporte público se ha reducido sustancialmente en las principales ciudades de América Latina, con caídas en la demanda de transporte público que varían entre el 52% y el 79%. Estimaciones similares se muestran en ciudades brasileras, donde de acuerdo con la Fundación Getulio Vargas, la caída de pasajeros transportados se encuentra entre 70 y 80%. Según la American Public Transportation Association, la mayoría de los sistemas de transporte público en los EE.UU. están transportando un 70% menos de pasajeros como consecuencia del COVID-19” (Datos del Observatorio Urbano de Córdoba año 2020)

Es probable que surjan nuevos cambios en el patrón de movilidad, diferentes modos de trasladarnos o simplemente reemplazar el servicio interurbano público de pasajeros, en especial aquellas personas que no tengan problemas de la movilidad reducida, utilizando el transporte individual como bicicletas, motocicletas o automóviles particulares. Asimismo, esta pandemia genera un cambio en la organización laboral, lo que impactará al momento de transportarnos.

Por todo esto, es necesario solucionar lo antes posible el sistema de trasporte público de pasajeros, urbano e interurbano. Porque hoy en día hay muchos que dependen de este servicio para llegar a su lugar de trabajo o realizar una actividad, en especial quienes desempeñan actividades consideradas esenciales (salud, seguridad y transporte).

Esta pandemia nos ayuda a repensar no solo de manera individual que rutina realizamos y si es lo que queremos, sino también en la forma de planificar y gestionar, incluyendo todos los actores y escenarios posibles en el espacio, teniendo en cuenta barreras invisibles y visibles para mejora la calidad de vida de las personas.

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