Allí estuvimos, enmarañados.

El sábado asistimos al Primer Encuentro por La Tierra y La vida, en el día más caluroso del año. Aunque el sol castigaba sin piedad y el viento llevaba la sensación térmica hasta los 44 grados, en el jardín de la Biblioteca Popular Arnal Ponti nos encontramos más de viente organizaciones sociales del Valle de Paravachasca y del Departamento de Santa María. A la sombra de los  árboles añosos nos protegimos, primero para presentarnos y contar nuestros recorridos. Las historias fueron variadas, algunos venían de largas y sostenidas luchas, otros que surgimos más recientemente. Como dice Sebastián Bonino en la columna que publicamos el viernes, a veces participamos por gusto, también por solidaridad, otras porque no nos queda otro camino, porque debemos defendernos. Por eso allí estábamos los medios comunitarios, las bibliotecas populares, los vecinos autoconvocados de localidades de Dique Chico, Santa Ana, o José de la Quintana que impulsan luchas ambientales, los barrios de Villa del Río y Chañaritos de Anisacate o la Corriente 1° de mayo de Alta Gracia que defienden y reclaman por el derecho a la tierra. El colectivo Ni Una Menos de Alta Gracia. Los docentes, los centros culturales.

Luego de las presentaciones y mientras lxs niñxs, a falta de pileta se refrescaban a fuerza de manguera, intercambiamos experiencias y encontramos que a todos nos une un mismo sentir: que tenemos derechos y que a pesar de tenerlos, esos derechos no se cumplen; entonces la participación se hace indispensable para poder acceder a la tierra y al agua sin contaminantes, para ser soberanos respecto de nuestros alimentos, para poder informarnos sobre temas que no están en la agenda de los medios comerciales, para detener la violencia de genero. Intervenir, cooperar o colaborar se hace esencial para que nuestras expresiones artísticas y culturales crezcan y se fortalezcan, para que todos los saberes —los ancestrales y los actuales— sean compartidos, para defender lo que nos queda de bosque nativo.

El encuentro dejó claro también que el modelo de representación no nos representa o por lo menos no a todxs, ni de la manera que quisiéramos. Y que el aporte de la participación puede sumar nuevas maneras de pensarnos y de resolver ciertas necesidades que creemos básicas.

Allí estuvimos, enmarañados, para construir otra realidad, para disentir y expresarnos, allí estuvimos, en el 1° Encuentro Regional por La Tierra y La Vida, el día más caluroso del año.

Redacción Local Paravachasca
Fotografía: Nahuel Cornejo

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