Virus y transformación

Por Alejandro Caminos

Desde hace unas semanas algunas cosas cambiaron en la vida cotidiana de todos, sí, de todos y en todo el mundo. En principio el temor a contagiarse con el Covid-19 paralizó y trastocó a las grandes mayorías en el mundo entero y hace temblar algunos pilares que sostienen el mundo.

No es poco lo que pasa, al menos para la mirada y los sentires occidentales hegemónicos. Algo pasa de cuerpo en cuerpo sin que lo veamos y sin consentimiento. Algo amenaza con ingresar a nuestro interior aprovechando un movimiento involuntario de nuestra osamenta en un contexto con otros. Amenaza con generar sensaciones y reacciones que no podremos controlar físicamente y que puede llegar a hacernos sufrir y matarnos. Como si esto fuera poco la ciencia, ese monopolio del conocimiento, propiedad de algunos y en el que confiamos ciegamente, no sabe cómo destruir este enemigo. Entonces, encerrados y mirando por la ventana y por televisión el afuera, nuestro cuerpo y alma no puede ir al mercado a comprar aquel remedio y aquella vacuna que tanto deseamos y nos tendría que venir a salvar. Una verdadera catástrofe: un ultraje a nuestra individualidad, un violento cimbronazo a nuestro derecho a decidir, la amenaza del descontrol, el miedo a lo incontrolable, una irrupción ante la santa ciencia y , más aún, ante la incapacidad de aquel que todo lo resuelve, el mercado.

Pero no es todo. Pareciera que no sólo hay catástrofes de la ventana para adentro… La Revolución Francesa junto a la cabeza de los reyes, sembró los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que sostuvieron todo el desarrollo del capitalismo y sus sociedades hasta nuestros tiempos. Si bien, ya hace décadas que son un slogan caduco, hoy parecieran suspenderse de una manera que nunca antes, al menos el puñado de gente que tiene ventana y mira tv, lo habían vivido. Si había libertad para ir a vender la fuerza de trabajo, para pasear por mi barrio o por el mundo, para elegir que comprar, para elegir lo que conviene, para invertir en la bolsa y hacer con el dinero lo que se quiere, etc., etc.,… hoy esa libertad está suspendida u obstaculizada verdaderamente. La Igualdad y la fraternidad, en rigor de verdad, la cabeza de aquellos reyes rodando no bastó para garantizarlas, nunca superaron el estatus de concepto que enmascaran sus antónimos o que marca un supuesto horizonte para forjar nuestras sociedades, pero hoy esta pandemia las pone en jaque mate al profundizar y exponer a carne viva y sin sorprender a nadie , las evidentes desigualdades, el egoísmo, la especulación, la competencia y la primacía del bien común pero sólo de los que tienen más bienes privados.

En este marco, otro gran pilar de nuestro mundo occidental reaparece: el Estado-Nación.  Hace a penas unas semanas hubiera sido impensable pensar siquiera en un estado nacional occidental democrático liberal cerrando sus fronteras, instaurando mecanismos para impedir que los ciudadanos se muevan, impidiendo que las empresas  realicen ganancias, repartiendo dinero (en el mejor de los casos) para que la gente viva, tomando iniciativas que solo pertenecían al sector privado hace unos días, discutiendo a viva voz si hay que priorizar la vida o la economía… Era difícil imaginarlo hace unos días cuando el Estado se asemejaba más a un vetusto estorbo en medio de la danza de neolibertades de mercado y del desmoronamiento de las fronteras para que el capital circule a discresión; cuando no se priorizaba a las necesidades sociales porque las resolvía el mercado; cuando las fuerzas de seguridad estaban mas invisibilizadas, al menos en algunas calles de los pueblos y ciudades.

En poco tiempo pasó mucho y el impacto aún no lo sabemos a “ciencia cierta”, pero es muy probable que nunca llegue el día en que “todo sea igual que antes”. Estos son cimbronazos que afectaron todos los órdenes: económicos, sociales, individuales, culturales, y demás. Pero el mundo sigue girando y los hombres seguiremos configurando y creando nuestros mundos, y habrá que ver si elegimos continuar reproduciendo este mundo enfermo, ahora infestado, y que nos trajo estas penurias pulmonares y existenciales…

Claro está que desde las cenizas sólo puede surgir un ave caricaturesca en un cuento. Lo nuevo no surgirá de los restos quemados, sino que ya viene germinando desde hace tiempo en aquellos rincones luminosos donde hombres y mujeres van construyendo otros mundos y otras formas de relacionarse, donde la solidaridad con los que más necesitan se desarrolla cotidianamente, donde se produce saludablemente alimentos, donde se compra de modos alternativos lo que se necesita para vivir, se vive la sexualidad de acuerdo al modo de percibirse y sentir, donde se vive con la Naturaleza y con los otros seres vivientes con respeto, donde la política no es especular. En fin,  prácticas y modos de vida vienen surgiendo hace tiempo y ahora que entra mejor sol a la tierra, que se escuchan más los pájaros, que el aire está más limpio y que la maleza está debilitada, quizás puedan tomar fuerza construir nuevos enmarañados de vida.

En las pequeñas localidades del Valle de Paravachasca, como en tantos otros pequeños pueblos del mundo, el Covid-19 por el momento no es un problema. Y esto no es por las importantes gestiones estatales ni científicas. Quizás el campo, lo rural, que en la lógica dicotómica moderna es la parte atrasada y desvalorizada ante la ciudad y lo adelantado, hoy muestran una dirección hacia el futuro. El no vivir hacinados,  no contar con grandes superficies comerciales donde nos agolpemos a consumir, la presencia aún de flora y fauna diversa, las construcciones espaciadas, los lazos locales solidarios, entre tantas otras características , también son tierra fértil para nuevos entretejidos y son los aspectos que los gobiernos locales y los vecinos tendremos que defender para poder cuidarnos.

Quizás aquello de Libertad, Igualdad y Fraternidad venido de Europa hoy ya no dice mucho, quizás la lucha por la Vida, la Dignidad y el Territorio que convidan los luchadores de Latinoamérica sea lo que nos aporta herramientas para construir otros mundos que quepan en este que está decrépito y necesita renacer.

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