Que Otros Sean Lo Normal – Columnista: Meli Amaranta Sánchez
Con esta frase de Susy Shocks “Que otros sean lo no rmal” quiero darles la bienvenida a esta columna. Un espacio que no quiere encasillarse en una etiqueta o hashtag, por lo menos no de antemano. L o normal. ¿Qué sería? ¿Lo que hacen todos (si, tod o s)? ¿Lo que hace la mayoría? ¿Lo que piensa la mayoría? ¿Mayoría de qué? ¿existe algún parámetro de normalidad? ¿y si existe, quién lo define?
En tiempos donde el discurso de la tolerancia y la diversidad son social y políticamente correctos deberíamos decir que no existe un parámetro de normalidad, que cada uno es distinto. Sin embargo, me sumo a Susy Shocks quien afirma que sí hay un parámetro de “normalidad”, y para poder identificarlo nos remontamos siglos atrás, más de 500 años precisamente.
Cuando los europeos (varones, blancos, católicos) llegaron a esta orilla del océano se apropiaron de nuestras tierras, de nuestras riquezas naturales y de nuestras mujeres. No sólo exterminaron comunidades enteras y esclavizaron negros, negras e indígenas, también nos impusieron un modo de vida. Su idioma, sus alimentos, música e instrumentos ,sus armas, su religión, su economía y la idea de la propiedad privada.
Impusieron modos de criar a niños y otros muy diferentes para las niñas. Formas de parentesco y de organizar la familia (ya no como comunidades y clanes sino restringiéndola a lo nuclear y patriarcal).
Impusieron un modelo de vida regido por la moral y las buenas costumbres europeas, centradas en la ideología y los valores del cristianismo católico, para organizar la política y la economía. Pusieron en marcha un proyecto civilizatorio a través de su educación y disciplinando a la población.
Todo lo que había conformado la vida cotidiana de las comunidades originarias, fue pisoteado, denigrado. Sus formas de auto sustento se transformaron en un peligro para la propiedad privada, sus rituales en prácticas diabólicas, sus saberes medicinales en hechicería, sus conocimientos de mitos ancestrales y su organización familiar en promiscuidad. Todo lo que no se correspondía con el modelo europeo era peligroso. Lo distint o era peligroso. Lo distinto es peligroso.
Esta lógica se nos ha hecho cuerpo generación tras generación. Hemos in-corporado que la familia es papá-mamá-hijo-hija, eso es lo normal. Hemos in-corporado que el papá sale a trabajar, y que aunque la mamá trabaje, es la que se encarga de limpiar, cocinar, hacer las compras, bañar a los niños e ir a las reuniones de la escuela, porque son su responsabilidad (eso es lo normal). Hemos in-corporado que las mujeres, todas, quieren tener una pareja, varón, estable, que querrá tener hijos, que amará a cada uno por igual y que serán una familia feliz . Hemos in-corporado que la
autoridad se ejerce con violencia y que “un chirlo a tiempo es mejor que el libertinaje”, entonces un chirlo cada tanto le doy (pero no fuerte, lo normal). Hemos in-corporado que el varón saldrá a trabajar afuera del hogar, que no sabrá nada de cuidar a sus hijos, que no sabrá nada de comunicar sus sentimientos y que debe interesarle sólo el futbol y el asado del viernes con los muchachos, que el domingo jugará al futbol con su hijo (varón) o lo llevará a la cancha y que hasta el próximo domingo sólo lo vera un par de horas mientras cenan o el niño está con la Tablet. Eso es lo normal.
Hemos in-corporado que las discusiones en la pareja (varón-mujer) son siempre porque él está cansado y ella “no hace nada”, que si ella sale el viernes y no se queda con los niños es una desenfrenada que le gusta la joda. Una buena madre normal no debería hacer eso.
Pero algunas personas no queremos ser lo normal. No nos gusta esta normalidad. Queremos pensar hacer y vivir diferente. Queremos que todos, todas y todes tengamos la posibilidad de no seguir esos parámetros de normalidad impuestos. Entendiendo que se llaman “parámetro de normalidad” cuando en realidad se trata de colonialidad y patriarcado .
Sacarnos esta ropa vieja ,de 500 años, no se logra de un día para otro. Especialmente porque desarmarnos, desandarnos, y deconstruir lo que siempre fuimos es doloroso. Pasar a ser diferente, es ser señalados. Quien es distinto o distinta también puede ser peligroso/a. No solo el chico morocho de gorra es señalado peligroso. También es peligroso el gay (porque mira si me busca, o que no se acerque a mi hijo), la travesti, la prostituta, la mujer liberal, el varón sensible.
Algunos, algunas, algunes -aun sabiendo esto- no queremos ser lo normal. Que otros sean lo normal. Esta columna entonces es una invitación a sentipensarnos. A pensarnos con el corazón. A deconstruirnos todas las veces que sea necesario y que podamos replantearnos todas las normalidades que quieran imponernos.
“Ha sido la fuerza insurgente de la ternura, de la esperanza, de los sueños y de la alegría de mujeres,
hombres, ancianos, jóvenes y niños (…) la que ha permitido que esos pueblos subalternados por el
poder, a pesar de estar acorralados por la muerte, no sólo recuperen la palabra y puedan hablar por
sí mismos, sino que sobre todo, luchen, bailen, sonrían y canten; que encuentren desde la
profundidad de sus dolores formas para seguir amando, para seguir soñando y creyendo, para burlar
la muerte, y para continuar tejiendo la sagrada trama de la vida.” (Patricio Guerrero Arias,2010)
Autora: MELI AMARANTA SÁNCHEZ