El patio lleno de yuyos

COLUMNA MENSUAL DE MAXIMILIANO CEBALLOS – BIÓLOGO

Esta columna es obstinada y recurrente. Insistente a tal punto que no solo expongo argumentos y datos para defender a la flora autóctona, también les voy a contar como podemos ayudar teniéndola en nuestros jardines.

Cada vez es más difícil y prácticamente imposible encontrar en nuestro territorio áreas con comunidades vegetales inalteradas. Los espacios naturales que aún resguardan nuestro monte nativo se encuentran con distintos grados de alteración, en medio de ambientes artificiales y expuestos a un gran número de presiones que van reduciendo cada vez más su biodiversidad. No obstante aún es posible encontrar una interesante variedad de especies y es fundamental conservarlas para conservar la diversidad genética de nuestro monte, solo así se podrá garantizar que este vital recurso continúe prestando los servicios ambientales de los que no podemos darnos el lujo de prescindir: agua, suelos, aire, medicina, alimento y calidad de vida, entre otros.

Incorporar las plantas nativas en nuestros patios y jardines (o incorporar nuestros patios y jardines al entorno natural que estamos invadiendo de manera descontrolada y sin planificación) es una de las herramientas que tenemos a nuestro alcance y que puede resultar un gran aporte en este sentido. Por lo general cuando pensamos en plantas nativas lo primero que tenemos en cuenta son los árboles. Si bien estos tienen un rol fundamental en el ecosistema de bosque (sin temor a la obviedad insistimos que si no tenemos árboles no tenemos bosques) son varias las formas de crecimiento con las que nos encontramos además de estos —y sin las cuales un bosque, tampoco es bosque—. Arbustos, trepadoras, enredaderas, epífitas y una gran variedad de herbáceas son piezas esenciales para completar el ecosistema bosque y pueden ser tenidas en cuenta a la hora de ser utilizadas como ornamentales en canteros, borduras, cercos o incluso en una huerta, ya que muchas de ellas son además comestibles. Solo tenemos que aprender a ver y apreciar la enorme belleza que guardan. De las distintas formas de crecimiento que encontramos, las enredaderas pueden resultar una buena opción a la hora de cubrir cercos y alambrados, lugar que hay que disputarle a ligustrines, madre selvas y grateus, especies exóticas que desde que se comenzaron a usar como cercos vivos han logrado invadir y poner en jaque numerosos ambientes en nuestras sierras.

Una enredadera nativa que es común y todavía fácil de encontrar en nuestra zona es la Pasionaria (Passifloracaerulea), especie perenne de fácil cultivo y mantenimiento, da hermosas flores y se le puede dar uso medicinal y comestible. Veamos de quien estamos hablando.

Nuestra Pasionaria es una enredadera leñosa que puede trepar hasta los 15 o 20 m de altura sobre cualquier soporte que encuentre disponible. Sus hojas son palmadas y pentalobuladas (como una mano abierta) de 10 4 18 cm de largo y ancho. En la base de cada hoja hay un zarcillo  de 5 4 10 cm de longitud que le permite ir asiéndose de la vegetación o soportes sobre los que crece. La flor es compleja, perfumada y de unos 10 cm de diámetro, tiene cinco sépalos y cinco pétalos similares en apariencia (por eso parece que tuviera 10 4pétalos4) blancuzcos. Sobre ellos hay una vistosa corona de filamentos azules o violáceos luego le siguen cinco estambres amarillentos y tres estigmas purpureos. El fruto es una drupa ovalada de color naranja-amarillento cuando maduro, contiene numerosas semillas que son comidas y diseminadas por mamíferos y aves. Cuando los frutos aún están verdes y sus semillas son tiernas se pueden consumir cocidos en distintas preparaciones usándolos como si fueran zapallitos de tronco. Esta especie se propaga de semilla, es rústica y llega a resistir temperaturas de hasta -15 °C. Las heladas severas matan la parte aérea, pero se regenera en la temporada siguiente produciendo brotes desde la base. Es mundialmente cultivada como ornamental. Crecen mejor en un suelo rico, bien drenado, a semi sombra (también crecen a pleno sol) con provisión de soporte (alambrados, columnas, árboles, etc.). En verano hay que regarla regularmente. De crecimiento rápido.

También les comparto una receta con sus frutos: Escabeche de pasionaria.

Cosechar los frutos cuando aún están verdes y sus semillas tiernas (si los cosechamos más maduros podemos quitarlas y si no nos molestan… se dejan). Si hacemos la cosecha en el monte hacerlo de manera consciente evitando dañar la planta para cortar los frutos y no cosecharlos a todos, la fauna y las futuras pasionarias se los agradecerán.

Cocinarlos en partes iguales de agua y vinagre con sal y pimienta a gusto. Cuando toman un color oliva (muy parecido al de las aceitunas) retirarlas, escurrirlas y colocarlas en un recipiente alternado con perejil y ajo picado o dientes de ajo (según gustos del consumidor, se puede prescindir de ajo y también se pueden agregar cualquier otro condimento). Luego cubrir con aceite y dejar reposar en la heladera. También se pueden preparar en conserva y disfrutar de esta preparación todo el año.

Esta es solo una de las tantas especies que podemos tener en nuestros jardines o huertas, permitiendo que nuestros patios y sierras sigan llenos de yuyos… esos yuyos que son parte de historias, de la identidad y cultura de nuestras sierras

…”Poleo, carqueja, flor de romerillo, yuyos milagreros, hierbas pa’ olvidar… yuyitos del campo, pa’l bien y pa’l mal.” Atahualpa Yupanqui

 

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